GRATITUD

Juro que nunca olvido quién dobla mi paracaídas ni por quien doblan las campanas.

Parándome firme y soportando tormentas o desiertos, aprendí que la ingratitud es una agresión dolorosa, también que aunque exista, vencerla tiene que ser el objetivo: dando lo mejor y más de ti, alimentando y recibiendo gratitud, la más bella virtud de lo viviente, la nutriente de la existencia natural y espiritual.

Negación de la maldad, la gratitud es generosa y sorprendente. La semilla que siembras produce frutos que te trascienden, sin esperarlo recompensan la sinceridad, el bien que haces, el hombro o la mano que prestas, multiplicando en el mundo la bondad nos hace hermanos.

La no retribución por las buenas y desinteresadas acciones desespera al egocéntrico que da y algo espera, al que confunde solidaridad con inversión y se abroga el derecho de pasar la cuenta o enviarla al cobro como obligación.